Mi Encuentro con Dios. 30 de Enero del 2025
- familia2015restaur
- Jan 31
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*Salvos por Su misericordia*
“Él nos salvó, no por las acciones justas que nosotros habíamos hecho, sino por su misericordia. Nos lavó, quitando nuestros pecados, y nos dio un nuevo nacimiento y vida nueva por medio del Espíritu Santo”.
Tito 3:5
*LECTURA DEL DÍA: TITO 3:1-7*
La carta del apóstol Pablo a Tito nos presenta una imagen que cubre el área total de lo que Dios quiere para su iglesia. Tito era un gentil que pastoreaba la iglesia en Creta. La iglesia estaba pasando por un tiempo de dificultades, estaban surgiendo herejías, falsas doctrinas y el apóstol Pablo le escribe para animarlo y aconsejarlo. En el primer capítulo de esta carta encontramos la enseñanza de que la iglesia es una organización y que debe funcionar adecuadamente. En el segundo, habla de que la iglesia debe ser sana en sus doctrinas fundamentadas en la Palabra de Dios. En el tercer capítulo, escribe Pablo acerca de lo que Dios quiere que la iglesia sea y que ésta debe realizar buenas obras.
La primera enseñanza que encontramos en el capítulo 3 de Tito es que los miembros de la iglesia debemos ser personas que obedezcamos la ley, a los gobernantes, a las autoridades. El hecho de que nuestros gobernantes no desempeñen adecuadamente sus funciones, que sean corruptos o que no nos den los servicios, la protección y la ayuda que necesitemos, no nos libera de cumplir nuestras obligaciones como ciudadanos de un país. Cada funcionario dará cuenta de lo que haga o deje de hacer, exponiéndose al juicio de Dios, de la historia y del pueblo. Nosotros hemos sido llamados a participar en toda acción social en favor de los más necesitados. El siguiente llamado es a ser personas amables, mansos, no difamadores ni en contiendas. Evitando también ser insensatos, rebeldes, esclavos del placer, maliciosos, envidiosos o manifestando odio.
Fundamenta el apóstol Pablo algo que no debemos olvidar y por lo cual debemos estar siempre agradecidos: Que la salvación que disfrutamos, la recibimos, no por acciones justas que nosotros hayamos hecho, sino por la bondad y la misericordia de Dios. Por la experiencia maravillosa de haber sido comprados por precio de sangre y por la renovación espiritual que el Espíritu Santo ha hecho en nosotros.
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